Una política tendiente a separar el proletariado de los sectores pertenecientes a las otras clases, que identifican lo suyo con los de los trabajadores en la lucha por el ascenso nacional, es fatal al movimiento de liberación. Tan importante como cuidar la base obrera es mantener vivo el prestigio en esos sectores y utilizar su colaboración activa.
Se cometió el error de desplazar y hasta hostilizar los sectores de clase media militantes en el movimiento, permitiendo al adversario unificarla en contra, máxime cuando se le lesionaron inútilmente sus preocupaciones éticas y estéticas, con una desaprensiva política de la administración y en la elección de los instrumentos de gobierno. Se manejó la propaganda de manera masiva y pueril, hasta hacerla irritativa, centrándola en los aspectos superficiales sin ahondar en lo profundo de las realizaciones gigantescas del proceso.
Por pequeñas preocupaciones de vanidad se hizo el juego a la política de la superestructura cultural.
Así también se hizo de la doctrina nacional una doctrina de partido, y de la doctrina de partido una versión exclusivamente personalista, que en lugar de agrandar las figuras y suscitar la emulación, provocaba en el propio partidario una situación deprimente. Se quitó al militante la sensación de ser, el también, un constructor de la historia, para convencerlo de que todo esfuerzo espontáneo y toda colaboración propia indicaba indisciplina y ambición, con lo que se le quitó estímulo al esfuerzo partidario; y se impidió sistemáticamente la organización de abajo a arriba, sustituyéndola por otra de arriba a abajo, con lo que se ganó una apariencia de orden incapaz de enfrentar la arremetida de los acontecimientos pues se cegaron las fuentes de la contribución voluntaria y apasionada al convertirse los militantes en meros espectadores a la espera de la gracia.
Fue así que los combatientes resultaron sustituidos por pensionistas del poder.
Tan verdad es lo que digo sobre este particular, que un movimiento inerte en las jornadas decisivas, se convirtió en fuerza combativa en cuanto se vio librado a su propio esfuerzo, liberada de la jerarquías artificiales. Esta es una prueba en contra de la organización por la organización, tan proclamada desde el poder y superada ampliamente por la espontánea organización de los espíritus en cuanto la voluntad y la inteligencia de centenares de miles de ciudadanos quedó librada a sus escasos recursos. Porque la liberación de una falsa disciplina interna ha dado fuerzas al movimiento, produciendo la paradoja de hacerlo más combativo en la adversidad que en la victoria, en el llano que en el poder.
Nada se hizo por la captación de la nueva burguesía, facilitándole su tendencia a ignorar de qué circunstancias históricas era hija y los peligros que correría el desarrollo de la industria y del comercio - gigantéscamente promovidos por la obra en sí -, en caso de una derrota del movimiento y la restauración de las fuerzas oligárquicas anteriores. (....)
Considero tan necesario el análisis de los errores como la puntualización de los aciertos. (...) Las condiciones materiales creadas hacen difícil el debate, pero ellas han agudizado las aptitudes espirituales, como lo demuestra la profundización y superación operada en el movimiento a través de miles y miles de hombres que han ocupado por espontánea decisión una directiva sin cargos ni títulos honoríficos, como no sean los del sacrificio y la lucha austera.
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