de la obra: “Los
Profetas del Odio y La Yapa”
En
el espíritu que informa la línea Mayo-Caseros como dice Fermín Chávez (op.
Cit.) – que en este sentido es totalmente expresiva de nuestra “intelligentzia”-,
Mayo no se hizo para constituir una nación como fin en sí; esta se realizaba
como medio para llegar a lo que Caseros logró: la creación de un sistema
institucional. Así los atributos que corresponden a la nación son subsidiarios
de los que corresponden a lo institucional; de aquí que la traición a la Patria no resulta de la
negación de su soberanía, sino de la alteración de su régimen institucional. En
tal mentalidad atentar contra el mismo es motivo de proceso previsto en la Constitución; no lo
es aliarse con el extranjero si el motivo es defender las instituciones,
cualquier sean las concesiones que al extranjero se hacen, y que son
imprescindibles porque el extranjero recaba precio. Esta actitud era lógica en
los vencedores de Caseros que cohonestaban así su alianza con el extranjero
como medio para realizar lo institucional; pero se sigue adoctrinando
sistemáticamente en la enseñanza de la historia para lo cual los réprobos son
los que defendían la soberanía y los próceres los que la traicionaban para
fines institucionales.
Últimamente
se ha incorporado a los programas de enseñanza secundaria, una asignatura,
Educación Democrática, que sistematiza esa concepción de la nación como medio
de las instituciones.
Así
explica que la enseñanza primaria no ha estado dirigida a la formación de
hombres sino a la formación de ciudadanos. No se ha querido formar hombres para
la patria, sino ciudadanos para las instituciones, que son el fin de aquella,
pues la Argentina
no es una continuidad en devenir histórico, sino el inmóvil punto de apoyo de
las instituciones inmovilizado en el ideario que las creó.
A
su vez, como las instituciones se identifican con el ideario que las fundó, ya
implícito que el ciudadano así logrado debe oponerse a cualquier transformación
en el devenir nacional que altere la identificación ideario-instituciones. Aún
las que resulten del mismo juego institucional, en cuanto afectan la ideología
para cuya ejecución se hicieron las instituciones. De aquí lógicamente la
justificación del fraude, la violencia y la exclusión del juego institucional
en cuanto este libre juego pone en peligro la libertad según la concepción de
la ideología.
(La Patria de los franceses es
una continuidad con la
Monarquía, con la Revolución, con el Imperio, con la Restauración, con el
Nuevo Imperio, con la
Tercera República y con el régimen de De Gaulle; la de los
ingleses es la misma con Cronwell que con la Monarquía, porque las
formas de gobierno, las instituciones son sólo instrumentos transitorios de la
nación. Aún termina por ocurrir en Rusia. Pero aquí, con la mentalidad de la
“intelligentzia”, transferida a toda la enseñanza, la Patria deja de ser en
cuanto está en riesgo lo institucional, y lo institucional es inseparable del
ideario de la generación que se expresó a través de ello, y la que la nación
debe servir.
En
consecuencia patria y liberalismo es la misma cosa.
Vuelvo
a los humoristas. Al
día siguiente de la revolución del 28 de junio de 1966 la tira cómica de El
Mundo, publica la cara de Mafalda abarcándola toda. Quino logra darle una
expresión de perplejidad que se corresponde a la pregunta que Mafalda se hace:
“¿Y eso que me enseñaron en la escuela?”
Es
que Mafalda se plantea el problema de si la Patria sigue, cuando han caído las instituciones.
Su buen sentido le dice que sí; su formación escolar le dice que no. Mafalda
está en la edad del interrogante; el adulto de la “intelligentzia” ya está
habituado ser “patriota” alternativamente, según funcione o no lo
institucional. O a no serlo de ninguna manera, con lo que evita perplejidades y
es más fácil acomodarse.
En
cuanto la Patria
“no es el suelo en que se ha nacido”, como dice Echerverría y ese pensamiento
es propuesto para las sucesivas generaciones de argentinos, y muy especialmente
par la gente de las Fuerzas Armadas, el sentido de nacionalidad pierde su base
y pasa a apoyarse en supuestos ideológicos. La soberanía y la independencia se
derrumban con la concepción institucional de la Patria y se derrumba la
solidaridad con el pueblo en cuanto expresión humana del hecho territorial. El
camino está abierto para todas las formas de la traición; la solidaridad con
formas institucionales o de vida, determinados órdenes sociales, convicciones
internacionales, etc. En que puede volverse contra el propio territorio y el
propio pueblo. ¡Y esto se adoctrina en los institutos militares provocando una
deformación espiritual apta para desarrollar un lugar de la mentalidad
soberanista del soldado una mentalidad policial útil para imponer consignas
exteriores sobre las dictadas por el sentimiento nacional!
En
los Estados Unidos el pensamiento del Pentágono puede o no representar la
patria norteamericana y lo mismo ocurre en la Unión Soviética.
Pero: ¿cuáles son las diferencias en el patriotismo de pentagonistas o
sovietistas entre nosotros? Las diferencias consisten en las diferencias entre
Estados Unidos y el Soviet. Respecto de los nuestro coinciden en considerarlo
subordinado.
Ya
iremos viendo cómo es y cómo funciona el aparato de la superestructura cultural
que hace la colonización pedagógica. Hasta ahora hemos ido conversando – pues
espero que esto sea un diálogo con Ud., lector, interferido entre sus propias
interrogaciones y respuestas- para que imperceptible y naturalmente vayamos
descubriendo los puntos de apoyo que el pensamiento colonialista ha creado en
nuestro pensamiento desde la primera edad, para asentar sobre esos pilotes la
arquitectura de su falsedad. Conociendo esas bases, conoceremos la
inconsistencia de las premisas en que se asientan sus sofismas y aprenderemos a
oponer a sus frases hechas y a la desviación mental introducida por la
desconexión con la realidad, el simple sistema de mirar sin anteojeras y juzgar
según el sentido común.
Se
dice del sentido común que es el menos común de los sentidos. El sentido común
es simplemente el buen sentido y todos lo tenemos, pero sepultado bajo los
resabios que nos deja una formación cultural iniciada para un mundo
desvinculado de la realidad y constantemente deformado por los medios de información
y de cultura. Lo que pasa es que tenemos dos clases de respuestas: las que
damos, y nos damos, como hombres del común, y las que damos y nos damos como
“cultos”, contestamos al “docente” como educando. Por hábito hacemos entonces a
un lado el buen sentido y nos ponemos en el tono intelectual que reclama la
“docente”. Bastará con no ponernos el guardapolvo blanco del educando para que
colocados fuera del “año lectivo” contestemos con la naturalidad de la calle y
del hogar, espontáneamente.
DON ARTURO JAURETCHE
MAESTRO DEL PENSAMIENTO NACIONAL Y POPULAR
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