Procedía Felipe Varela de una familia
catamarqueña de acomodada posición social. Teniente de El Chacho en sus
campañas iniciales, fue ayudante y edecán del general Urquiza; después de Pavón
recibió sus despachos de coronel de la Nación. Los cronistas describieron su
figura: alto, bizarro, criado sobre un caballo, enjuto, alimentado a carne y
mate, sobresalían en su fisonomía grave los pómulos rodeados de una espesa
barba. Bajo un ancho sobrero rural, vestía pantalón bombacha, chaqueta militar
con alamares, bolas de caballería, insignias de coronel: así destacábase su
persona de los gauchos y paisanos rotosos que lo rodearon cuando la indignación
general contra Mitre y la carnicería paraguaya lo obligaron a blandir
nuevamente su lanza. Sus hombres llevaban la divisa: «Defensores de la Unión
Americana»; su jefe se titulaba «representante de Sudamérica».
El levantamiento del general Varela obligó
al gobierno de Mitre a retirar las tropas. La prensa porteña cubrió de insultos
su figura. ¡Después de El Chacho, todavía Varela!
El manifiesto que el caudillo insurrecto
dirigió a los pueblo de la República no ha merecido la atención de nuestra
ingente historiografía. Generaciones enteras de publicistas dedicaron sus
energías a hurgonear el detalle más insignificante de la historia en los
próceres escolares. Estas investigaciones microscópicas originaron montañas de
papelotes, acumulados a través de las décadas, no tanto para descifrar
supuestos enigmas, sino para soslayar los grandes problemas.
(…)
Santos Guallama se llamaba el jefe de
vanguardia del ejército de Varela; soldado gaucho, su nombre, como el de
Varela, Elizondo y Corvalán, figura en la nomenclatura del cuatrerismo
¡Historiadores de pacotilla, no por casualidad muchos de ellos serían abogados
a sueldo de las empresas imperialistas! Aún no se ha escrito la historia de las
marchas de estas cohortes gauchas; en lucha obligaron a movilizar durante toda
la guerra del Paraguay a la Guarda Nacional de cinco provincias.
Resumamos la cuestión. Sarmiento calcularía
en cinco millones de pesos los recursos gastados para aplastar a las fuerzas de
Varela, y en 5.000 hombres las tropas desmovilizadas de Paraguay para luchar
contra los caudillos.
Acusados de salteadores y bandidos de orden
común por la camarilla porteña, los hombres de Varela y Guallama fueron
calificados por el Juez Federal de Salta y la Corte de esta provincia
«insurrectos» rechazando el cargo de «salteadores». Por esa razón, Sarmiento,
siendo Presidente de la República, y muy olvidado
de su origen sanjuanino, atacó con su dureza acostumbrada al referido juez.
El ejército del Norte a las órdenes del
general Antonio Taboada (el santiagueño alquilado a Mitre) fue el encargado de
liquidar las fuerzas irregulares de Varela.
Mientras Solano López agonizaba en la
selva, irreductible y heroico, moría tísico en la ciudad chilena de Copiapó el
general Felipe Varela. Era el 6 de junio de 1870.
No era el único vencido en el país bañado
en sangre.
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