Volvamos a la línea histórica que señala el mismo Martínez
Estrada: Federal, Radicalismo Yrigoyenista y Revolución de 1945.
Recogemos con orgullo lo que para Martinez Estrada es
despectivo. Es muy clara esta filiación que arranca desde los días del Partido
Federal. Lo era también para el radicalismo de Irigoyen – en quien hasta venía
de raza – hasta que éste dejó de ser yrigoyenista y fu captado por los “galeritas”
quienes le deformaron el estilo, el pensamiento y los orígenes.
(…)
Debe haber sido mucha la confusión introducida por las “malas
juntas” para que un hombre viejo como Ricardo Caballero, en su libro Yrigoyen y
la Revolución de 1905 – tan sabrosos de anécdotas y hechos vividos – se desoriente
en lo contemporáneo y después de establecer la filiación histórica de su
partido, no reconozca al mismo Pueblo que pasa ante sus ojos.
(…)
¡Qué fácil, sin embargo, le hubiera sido seguir su rastro y
percibir cómo la lanza, el sufragio y el sindicato señalan sucesivamente los
tres momentos de su historia! Porque fuera de esos tres momentos no tienen
historia. Perdida ya la memoria de las multitudes federales, ellas reaparecen
en la escena con el Radicalismo que es su cauce de protesta y esperanza. Si el
hombre de ayer remoto valió hombre porque valía una lanza, este hombre de
sufragio valió un hombre porque valía un voto. Dejó de ser cosa despreciable para
el patrón, para el Juez de Paz, para el comisario, porque la Libreta de
Enrolamiento le dio cotización en las jerarquías humanas. Y tuvo padrino,
porque el patriarca extinguido lo vino a suplir el caudillo de campaña o de
barrio, que no lo sobornó tanto como se ha dicho, sino que lo respaldó en las
desigualdades de la igualdad sólo formal de la ley, y le resolvió los mismos
problemas que son gigantescos para el desamparado: el entierro del deudo, la
cama del hospital, la arbitrariedad policial, la prepotencia del poderoso, la
receta del médico y esa farmacopea del caudillo que son las muestras gratis (…)
Nuestros académicos en democracia y derecho político debaten
con pintoresca seriedad la cuestión del sufragio como problemas de cultura,
rehuyendo sus significación social; por eso ignoran que la Libreta de
Enrolamiento le dio a los hijos del pais, justamente con una jerarquización
social, la conciencia de su responsabilidad en el destino nacional Conviene
además, señalar aquí cómo el radicalismo de Irigoyen recogió en el mismo cauce
que a las muchedumbres criollas de ascendencia federa, a las nuevas promociones
procedentes de la inmigración cuyos hijos, constituyentes de una nueva clase
medio, no tenían cabida en los cuadros de la política contemporánea. Esa
absorción hecha por el Yrigoyenismo impidió que se cumpliera lo que había
planificado el zonzaje intelectual: el país como un campamento de colonias
extranjeras, separadas entre sí, llenas de pequeñas rivalidades y conservando
sus usos y costumbres originarias. (…)
Vino la “década infame”. El fraude desvalorizó el voto y con
él la Libreta de Enrolamiento; con esa desvalorización el hombre común quedó reducido
a cosa del montón. Con la complicidad de Socialistas primero y Radicales después,
se sancionó la serie de leyes que denominamos “Estatuto Legal del Coloniaje” con
que se intentó frenar la evolución del país.
Pero, en 1945, las multitudes volvieron al escenario. La última
guerra mundial dio una nueva oportunidad para que el pais saliera del esquema agropecuario.
Las previsiones establecidas para impedirlo se debilitaron ante las exigencias
imperiosas del aprovisionamiento imperial, y los cuantiosos márgenes de
utilidad; la atención vigilante de la política imperial estaba absorbida por
exigencias más inmediatas. Con el desarrollo industrial comenzó la demanda de brazos
y la ocupación en aumento fortaleció las organizaciones sindicales. Estas crecían
paralelamente al desarrollo industrial y el hombre del común venía empujando
otra fuerza a la que la oportunidad le daba poder: el sindicato. El movimiento
político que integró su programa con tres banderas: soberanía, liberación y
justicia social, expresaba por un nuevo instrumento, con la presencia de pueblo
en el escenario, las mismas viejas demandas de la historia. El hombre, al
rescatar el sufragio rescataba la dignidad ciudadana de que lo había privado el
fraude. Pero esta vez un nuevo instrumento estaba en sus manos para dar vida a
la esperanza de todos sus días y sus noches: el sindicato.
La secuela histórica se iba cumpliendo: la lanza, primero;
la Libreta de Enrolamiento, después; ahora el carnet sindical.
ARTURO JAURETCHE
MAESTRO DEL PENSAMIENTO NACIONAL Y POPULAR
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