Rosas
no defendía la colonia, defendía la
Argentina: la patria aflorada en Mayo, pero latente desde los tiempos
españoles. Eso tampoco lo podían entender los extranjerizantes que nada
propio y nuestro veían y
sentían. Para ellos en “ser español” o “ser francés” (o inglés o
norteamericano) estaban los excluyentes términos de la ecuación.
La
enorme revolución significada en la Argentina
por el advenimiento de las masas fue algo muy propio, muy nuestro, cuyo
parangón es inútil buscar en los libros de historia constitucional
francesa editados hasta
entonces. En todo caso “se adelantó” a una análoga revolución europea.
Aquí surgieron las masas porque se dieron circunstancias sociales – como
la crisis de la
clase dirigente, factor más decisivo en el advenimiento popular que la
revolución industrial – solamente aparecidas en Europa cuando la 1º
guerra mundial.
Rosas
fue llamado “socialista”. No lo era, por
poseer ésta o aquella ideología; no era hombre de ideologías, sino de
realidades. Pero lo cierto es que su gobierno puede llamarse
“socialista” (de aquel
socialismo “social” de 1848, tan diferente al individualismo usurpador
del nombre). La Confederación Argentina de Rosas con su sufragio
universal, igualdad de
clases, fuerte nacionalismo y equitativa distribución de la riqueza era
tenida como una verdadera y sólida república “socialista” adelantada al
tiempo y nacida
lejos de Europa. Un argentino más consciente del significado del término
que Esteban Echeverría (“socialista” enemigo del sufragio popular, para
quien la patria
“es el universo”) como lo era Vicente López, escribe a Rosas el 15 de
abril de 1851, y su carta se encuentra entre los papeles de éste en el
Archivo General de la
Nación:
“Testigo
de las conmociones sin término que
agotaron mi patria desde 1810 a 1829, testigo de la firmeza del gobierno
de V.E. desde la última, época a la presente, he aprendido a distinguir
las efímeras
autoridades que daba la época del individualismo a la firme y duradera
que da la época del socialismo, o de la población en masa.”
En los parlamentos europeos se oían las voces de
los diputados socialistas advenidos en 1848 en defensa, del gobierno de Rosas. La Gaceta Mercantil del 20 de abril de 1850 registra estas de un francés, el
representante socialista Laurent:
“No
olvidemos que la guerra de los gauchos del
Plata contra los unitarios del Uruguay representa en el fondo la lucha
del trabajo indígena contra el capital y el monopolio extranjeros, y que
de este modo encierra
para los federales una doble cuestión: de nacionalidad y de socialismo.
”Los
unitarios lo saben bien. Así ved lo que
dicen de Rosas. A sus ojos el jefe del federalismo es un vecino
peligroso para el Brasil, a título de propagandista y libertador de los
esclavos; a sus ojos, si hay algo
que ofrece analogía con las doctrinas de los revolucionarios y factores
de barricadas, son las doctrinas y los actos del general Rosas.
”Lo
que hay de cierto es que el poder de Rosas se
apoya en efecto en el elemento democrático, que Rosas mejora la
condición social de las clases inferiores, que hace marchar las masas
populares hacia la civilización,
dando al progreso las formas que permiten las necesidades locales. Y
hace todo eso sin necesitar revoluciones ni barricadas, pues la
soberanía nacional lo ha elevado al
poder y en él se mantiene por la confianza, la gratitud y el entusiasmo
de sus conciudadanos.”
Para
sus contemporáneos amigos o enemigos (dejemos
aparte a nuestros pobres mayos de ayer y de hoy con su “socialismo”
individual y extranjerizante). Rosas fue socialista, progresista y
demócrata. Justamente por
serlo lo voltearon los aristócratas y esclavistas brasileños el 3 de
febrero de 1852, unidos a los liberales argentinos ansiosos de recobrar
sus privilegios. Se acabó
la Argentina socialista por mucho tiempo. No porque la clase dirigente
recobrara prestigio, sino porque fuimos después de Rosas una factoría de
materias primas y víveres
dependiente de directivas extranjeras..."
JOSÉ MARÍA ROSAS
MAESTRO DEL PENSAMIENTO NACIONAL Y POPULAR
Comentarios
Publicar un comentario